Responsabilidad personal: del victimismo a la responsabilización

Escucha el audio-relato «El escritor y la playa», extraído del libro «Coaching, el arte de soplar brasas», Leonardo Wolk

El joven nos conmueve por la humildad del pequeño acto que sabiamente resume en -Para esa estrella, sí hubo una diferencia…-.

Sus actos nos recuerdan la capacidad que tenemos de transformar la realidad que nos rodea, pero sobre todo, de cambiar la mirada que tenemos de ella.

O, dicho de otro modo, la mirada limitante que tenemos de nuestras propias capacidades.

Nuestras creencias, valores, comportamientos aprendidos, experiencias vitales rasgos de personalidad o, incluso, nuestros condicionantes biológicos articulan el modelo mental desde donde interpretamos lo que nos pasa y nos rodea. Y actuamos en consecuencia.

En ocasiones, un cambio de mirada (la que el joven ofrece al escritor), nos permite probar a actuar de manera diferente, alejarnos de la posición victimista y accionar sobre lo que sí está en nuestra mano.

De esta forma, comprendemos que, en la medida que ampliamos nuestro círculo de influencia (lo que ya conocemos, sabemos o acostumbramos a hacer), el círculo de lo que nos preocupa, de lo desconocido, se reduce. En consecuencia, la responsabilidad personal sobre lo que nos pasa y nos rodea aumenta. Y con ello, la confianza y la motivación.

Cuando nos atrevemos, algo cambia en nosotros y a nuestro alrededor.

La actitud victimista, ¿Cuánto la practico?

Ser víctima y tener una actitud victimista son dos cosas diferentes. La primera es una persona que sufre un daño o una vulneración de derechos y la segunda, disfraza consciente o inconscientemente una carencia en un daño, atribuyendo su origen a causas o personas ajenas a sí misma.

Hay formas sutiles de victimismo, a los que todos recurrimos a veces, ocultas detrás de expresiones extendidas:

expresión

“¡qué se le va a hacer!” >

“el tiempo se nos echó encima” >

“el sistema no funciona” >

“mi jefe no sabe dirigir el equipo” >

pregunta para la reflexión

¿qué otra cosa podría hacer yo?

¿cómo podríamos gestionar mejor el tiempo?

¿qué hago yo para que funcione mejor?

¿cómo contribuyo yo a que dirija mejor el equipo?

Observa que el sujeto de estas expresiones típicas nunca es la primera persona. ¡Ahí tienes la primera pista!